UN POCO DE HISTORIA

  Empecé en este mundo del entrenamiento físico cuando casi estaba hasta mal visto hacer otra cosa que no fuera correr, jugar al fútbol, o practicar cualquier otro deporte socialmente aceptado, hace ya unos cuantos años. De hecho, decir que levantabas pesas hacía que te miraran raro; si además, tu aspecto lo demostraba, ya eras inmediatamente despreciado y catalogado como “músculos sin cerebro” y similares chorradas que he tenido que aguantar durante cerca de 30 años de carrera, así como “estás inflado pero seguro que no tienes fuerza”, “todo apariencia pero no puedes ni correr o saltar”, etc etc… mil comentarios que muchos que lo han vivido sabrán de lo que hablo.

Evolución del fitness

Cómo han cambiado los tiempos: en aquella época (bueno, tampoco soy tan mayor, probablemente algunos jovencitos de 60 años o más podrán contar cosas aún más terribles, pero digamos que llevo el tiempo suficiente para saber de qué hablo) había pocos gimnasios, generalmente pequeños y -según los estándares de hoy- mal equipados. Pronto empezaron a crecer, a tener maquinaria cada vez más sofisticada, más espacio, más servicios, más clases dirigidas -a cada cual más pintoresca- para grupos cada vez mayores… ¡hasta tele!​ 

Empezó la competencia desleal de los polideportivos municipales, que vieron el creciente filón, ofreciendo unas instalaciones espectaculares por un precio ridículo, comparado con lo que tenías que pagar por entrenar en un sótano con cuatro hierros y ducha de agua fría (o, a veces, ni ducha). Por supuesto, esta situación acabó arruinando a gente dedicada por verdadera pasión a su actividad y llevando a la desaparición de los pequeños gimnasios de barrio que estuvieron ahí desde el principio, levantando el negocio del hoy tan popular fitness, para que luego otros, sin haber apostado nada por ello, se subieran al carro del éxito cuando vieron que iba bien, al olor del dinero.​ 

Imagino que la gente más jóven no tendrá ni idea de lo que estoy hablando. A día de hoy y desde hace ya bastantes años, entrenar está de moda, tener buen aspecto es casi una obligación y pasar tiempo en el gimnasio, o más bien en una gran superficie dedicada a la actividad física, es casi más popular que salir de bares.​ Y ahora… ¿estáis esperando a que diga que cualquier tiempo pasado fue mejor?

Todo es relativo.

​ Seamos realistas: confieso que no me gusta una mierda el mamoneo, ambiente relajado, falta de seriedad y comercialismo de la mayoría de gimnasios modernos. No soporto a un alto porcentaje de la gente que va a pasar el rato, a ligar, a pensar que está haciendo ejercicio por “personarse y permanecer una horita” en el recinto y además esperan conseguir resultados. Antes se iba al gimnasio a entrenar. Punto.

Sin embargo, también  se hacían cosas mal -muchas- y la falta de una verdadera enseñanza reglada sobre el tema tampoco ayudaba mucho, por no hablar de la nula regularización del sector (he trabajado muchos años en distintos centros bajo el convenio de peluquería). Hoy, teóricamente, hay profesionales más preparados y parece ser una profesión más demandada y respetada.​ Pero… ¿se hacen ahora las cosas mejor?

Lo que está claro es que ésto va por oleadas y las tendencias están sujetas a modas. A principios del siglo pasado (y probablemente incluso antes) todo lo que necesitabas era una barra -ni siquiera un soporte- y, si acaso, algunas mancuernas y las ahora tan famosas kettlebell (existen desde el siglo XVIII). Y estoy hablando de material “profesional”, porque aunque hoy a algunos les dé risa, no era extraño dedicarse a levantar barriles, sacos, piedras, o lo que hubiera disponible. Así eran los forzudos de antes. Y éso en cuanto a manejo de objetos externos, porque tenía una gran importancia la calistenia: el control del propio cuerpo en diversos ejercicios atléticos. (Literalmente, del griego: la belleza del cuerpo en movimiento). Llegaron las poleas, después las máquinas guiadas y vivimos durante algunas décadas la condena de ejercicios básicos como la sentadilla, el peso muerto y el press militar de pie, porque decían ser peligrosos y lesivos.

Y para qué hablar de los levantamientos olímpicos. ¿Cómo es posible que en cualquier lugar digno de llamarse GIMNASIO, absolutamente nadie -desde usuarios a entrenadores- supiera hacer al menos algún levantamiento, e incluso ni los conociera realmente? Habrá alguna excepción por ahí, pero quien lleve suficiente tiempo en ésto y haya pasado por muchos gimnasios, estará de acuerdo. Curiosa situación, cuando el único deporte de fuerza que está reconocido mundialmente y es OLÍMPICO, es la halterofilia. Pues la grandísima mayoría de todos nosotros, “atletas de fuerza”, durante muchos años, sin saber hacer ni una cargada.

No te voy a pedir un dos tiempos o clean & jerk, pero qué menos que el más simple y básico movimiento explosivo con carga. Tan básico y transferible a la vida real como cargar un saco desde el suelo, por ejemplo.

En los últimos años, con el auge del cross training, el paleo training y todas las tendencias “nuevas”, resulta que vuelven la sentadilla y el peso muerto como reyes indiscutibles de un trabajo serio de fuerza y es habitual ver realizar levantamientos olímpicos o sus variantes. Por desgracia -en mi opinión- todavía hay muchísima gente que basa la práctica totalidad de sus entrenamientos en aparatos guiados, por una supuesta búsqueda de seguridad. Lo único cierto es que en una máquina, al tener su recorrido guiado, es más difícil hacer mal un ejercicio, lo que no convierte el resto de movimientos con pesos libres en perjudiciales. Lo único que hay que hacer es aprender a realizarlos correctamente, como todo en la vida.​ 

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